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El rapazinho y sus andanzas

El rapazinho ha tomado una decisión. Pero, ¿la ha tomado, realmente? No puedo estar segura desde donde estoy, pero veo mucho revuelo a su alrededor, mucha literatura en torno a su nombre. Algunos, quizás, le ven debil; otros, por suerte, saben ver más allá. Rapa es mucho más valiente que la media. Se eleva y nos mira, con cierta melancolía, para qué negarlo, aunque con la convicción de que su nueva etapa bien vale este sacrificio pasajero, estas dudas, esta incomodidad.

Tendremos noticias pronto y, seguro, nos sorprenderemos con la potencia impresa en su proyecto, marca de la casa. ¿O qué os creíais?

El rapazinho apareció de repente, agazapado tras un café. Porta consigo, siempre, un aura de superioridad que él mismo desconoce. Tiene una mirada sensible con la que te toca, sin querer, justo donde se supone que no debería llegar.

Es un hombre-niño de actitud tranquila, diríase que reservado, que se torna de repente en un alma cálida y juguetona y me deja, así, desconcertada con el contraste. De repente sale de sí mismo y me hace reír, sentir, para luego volver a su estatus grave, profesional, centrado. Pero no me abandona, sino que me arrastra consigo a un mundo paralelo de logros y retos, de aventuras en marcha y por vivir, de potencial extremo y excitante.

Apunta profundo con sus palabras, que se escabullen por entre los labios sabrosos y carnosos, o viceversa. Habla y habla y es un placer. ¡Ay, el rapazinho y su gestualidad! Cuando tapa su boca, en ese ese gesto tan suyo, enmarcando sus ojos para escucharte… Cuando hace eso, resulta difícil hablar: se apartan las barreras imaginarias de la distancia social y las dos lanzas penetran en ti para hallar lo que buscan y se apartan de nuevo, dejándote en vilo y preguntándote qué acaba de pasar…

El rapazinho viene y va, inconsciente del impacto de sus vaivenes en los demás. ¿Será esta la última vez que me mueva?

Si es así, o en cualquier caso, gracias por tu calidez.